07 junio 2005

DECISIONES

Que difícil es en la vida tomar decisiones. En estos momentos, estoy a punto de hacer lo que debí llevar a cabo hace tiempo. Pero uno siempre tiene la esperanza de que las cosas cambiarán, que el amor puede con todo, que si tan sólo pusiera de su parte podríamos ser tan felices. Pero no, después de varios años intentando, de tres años de terápia psicológica, dimito. Me doy cuenta que nuestro amor es imposible. Que no puedo ser lo que él espera de mí, ni él puede otorgarme la felicidad como yo la necesito. Es algo duro, doloroso, porque le tengo cariño. Han sido varios años juntos y ahora separarnos es la única solución.
Me siento triste, con miedo, con dudas, pero también el pensar en que mi vida no será controlada me seduce. Soy de espíritu libre, me gusta dar y recibir, pero con libertad, sin condicionamientos.
Tal vez estoy cavando mi propia tumba pues el futuro es incierto, pero esto siempre es así. Tomo la decisión teniendo esperanza de que las cosas irán a mejor para los dos. No puedo seguir dándo infelicidad y sintiéndome prisionera en casa. Prefiero estar lejos que llegar a los silencios que lastiman. Es doloroso saber que a tu pareja no le importa nada de lo que haces.
De verdad que he puesto de mi parte porque esto funcione. Pero ahora que él tenía la intención de "cambiar", si es que se puede cambiar la personalidad de alguien de alguna forma, yo estoy desanimada y no me lo creo. A la primera de cambio volvemos a los antiguos patrones de convivencia y reñimos a la semana de "reconciliarnos".
Esto no puede ser, no es vida ni para él ni para mí. Y lo que me pide es demasiado, que cambie mi esencia, mi energía, mis ganas de hacer cosas, mis inquietudes. Él preferiría que fuera la esposa modelo, con la casa limpia, todo en su sitio, sin otro compromiso que estar a su lado viendo la t.v., leyendo o limpiando... y ¡no puedo!
Soy una mujer inquieta. Compartir con la ciudad mis inquietudes a través de la Asociación. Me gusta ser amiga de mis amistades. Realizar nuevos proyectos, tener metas constantes, retos por asumir, felicidad a compartir. Pero nada, resulta que nada de lo que hago le gusta. Todo le parecen tonterías y ahora me he cansado de sentir que realmente lo que hago no es importante. Porque realmente lo es. Sobre todo para mí. Creo que si no me valoro y creo en lo que hago, no soy fiel a mí misma, a mis principios, a mis sueños. Así que emprenderé el vuelo de esta jaula y le pido a Dios su apoyo y que sea lo mejor para todos.
Tal vez hasta después del verano no pueda irme, pero ya no estoy aquí. Ahora soy una inquilina que paga el precio de poner el lavaplatos y hacer la comida de vez en cuando. Me siento triste, lo admito. Tengo miedo, lo acepto. Pero llevo años intentando que encontraramos la felicidad juntos y mi amor se ha ido apagando.
Lo siento, tal vez si hubieramos recapacitado antes, todavía la llama tendría fuerza para continuar. Ahora, está apagada y me duele porque lo quiero, hemos compartido muchos años juntos, pero no sigo enamorada.
¿Acaso el amor es una utopía? ¿Es verdad que existe gente que se ama mucho, mucho tiempo? ¿Cómo se mantiene la llama viva sin que dejes de ser tú, sin que mutiles al otro?

1 comentario:

Elizabeth Hernández Quijano dijo...

Hace un año que publiqué este post y ahora, en mi nueva casa, con la libertad que creía encontrar, me doy cuenta de que la prisionera de mis sueños, soy yo al no creer que puedo volar.
Así que ha seguir trabajando para sentirme libre y feliz.